En la danza del tiempo, donde el ayer se entrelaza,
se teje una trama de recuerdos que abraza.
En la adversidad, un eco resuena con luz,
los recuerdos valiosos, un regalo en la cruz.
Entre las sombras del desafío persistente,
florecen memorias como estrellas en la mente.
En el lienzo del alma, pinceladas de coraje,
pintan el retrato de un valioso viaje.
Atrás quedan tormentas, oscuridad desafiada,
cada sonrisa forjada, la batalla ganada.
En el rincón del corazón, un tesoro escondido,
recuerdos que alivian el peso del olvido.
La risa resuena, como un canto suave,
cuando la memoria nos lleva a aquel enclave.
Donde el sol brillaba tras la lluvia caída,
y el alma encontraba paz en medio de la herida.
Son joyas en el cofre del tiempo andado,
lecciones bordadas en un manto sagrado.
Cada cicatriz cuenta la historia vivida,
testimonio de fuerza, de luz compartida.
Así, en la danza del ahora y el antes,
los recuerdos valiosos son como diamantes.
Despiertan una sonrisa en la adversidad,
un faro que guía hacia la felicidad.
Recordar es un arte, un bálsamo divino,
que en la encrucijada nos muestra el camino.
Los desafíos nuevos son solo un umbral,
pues ya hemos vencido, sabemos volar.
En el eco de risas que el viento susurra,
se encuentra la fuerza que el alma procura.
Los recuerdos valiosos, faro en la tormenta,
testigos del coraje, fuente de la alentadora cuenta.