En eras de antaño, donde el sol canta, se forjaba el tiempo en hojas de esperanza, el ciclo ancestral de la vida avanzaba, y en cumpleaños, la alegría se agiganta.
En el castillo de la existencia, erguido, se alzan los muros del tiempo compartido, y en cada aniversario, un lazo tejido, agradecimiento a quienes han vivido.
Padres sabios, como torres de fortaleza, brindaron amor, guía y firmeza, en su cálido abrazo, la vida empieza, celebramos en su honor con gentileza.
Abuelos, como libros de sabiduría escritos, guardan historias en sus arrugados mitos, con el tiempo en sus ojos, testigos, de risas, lágrimas y momentos infinitos.
Amigos leales, fieles como escuderos, en cada batalla, compartiendo senderos, en cumpleaños, levantamos nuestros aceros, celebrando la amistad, la luz de los luceros.
El festín de los años, en la mesa dispuesto, se sirve con gratitud en cada gesto, cada vela encendida, un deseo puesto, en el banquete del tiempo, el corazón puesto.
Así, en esta época medieval encantada, celebramos el tiempo, como joya preciada, agradeciendo a quienes, con mano amada, tejieron la trama de nuestra historia anhelada.