En el rincón sombrío donde el enfado se gesta,
se forja la llama que en el alma protesta.
No es mera furia, es un grito de poder,
una fuerza interna lista para renacer.
En las profundidades de la ira y la tormenta,
se esconde la semilla de una fuerza innata.
No es la rendición, es la chispa que enciende,
el motor que impulsa y en el alma se extiende.
El enfado, cual león rugiendo en la selva,
es la voz que clama por justicia y que devela.
No es el fin, es el inicio de la resistencia,
la fuerza interna que emerge con persistencia.
Transforma la rabia en un fuego sagrado,
una llama ardiente, un poder desatado.
No es veneno, es el elixir que motiva,
la inspiración que en la adversidad cultiva.
El enfado, aliado secreto del coraje,
se convierte en arte, en valiente bagaje.
No es la derrota, es la oportunidad,
de demostrar que la resiliencia es verdad.
En cada suspiro de ira contenida,
se gesta la fuerza que nunca se olvida.
No es fragilidad, es fortaleza en bruto,
un torrente de vida, un poder absoluto.
Así que abraza el enfado con sabiduría,
no como prisión, sino como sinfonía.
Convierte la cólera en un acto de arte,
y descubre en la rabia tu fuerza más fuerte.