En la penumbra de un enfado ardiente,
una llama danza, fuerte y potente.
Como el fuego que devora la madera,
así el enojo consume la espera.
En el corazón, la rabia se enciende,
como una llama que a la vida ofende.
Pero en la oscuridad de este incendio,
se oculta la chispa de un nuevo inicio.
El enfado es la tormenta que rugiendo va,
un viento furioso que todo arrastra ya.
Mas en su furia, en su rítmico compás,
late la promesa de tiempos más audaces.
Oh, llama voraz, enojo que arde intenso,
¿puedes ser la fuerza de un cambio inmenso?
En tus llamas se gesta la revolución,
la pasión por un mundo en transformación.
La chispa del enojo, antorcha en la oscuridad,
ilumina caminos de nueva realidad.
En cada brasa que del conflicto surge,
nace la llama que al cambio urge.
Que el enfado sea el impulso vibrante,
la llama ardiente que a todos levante.
Que en su fulgor despertemos la acción,
encendiendo la llama de la redención.
Así, el fuego del enojo no consuma,
sino que avive la llama que alumbrará la espuma
de días mejores, de un futuro vibrante,
donde el enfado sea la semilla del cambio constante.