En la tierna danza del alba y ocaso,
donde el sol besa el cielo con su luz,
se forja el arte de un saludo amado,
un lazo eterno entre madre e hijo, virtud.
En el rincón cálido del hogar santo,
se alza la diestra materna, fiel guía,
cual faro en la tormenta, amoranto,
un saludo que enlaza, vida tras vida.
Como danza ancestral, el arte se teje,
cuando la mano de la madre se alza,
en gesto que abraza, ternura que enlarece,
un saludo que al alma embriaga y abraza.
No es simple saludo, es abrazo profundo,
un lazo que va más allá de palabras,
es el arte sublime, dulce segundo,
donde se entrelazan las almas más claras.
Con caricias de luz en la mirada,
se teje el saludo, se escribe el poema,
como hojas que bailan, alma alada,
entre madre e hijo, amor que quema.
Cada gesto, un canto en esta epopeya,
donde el arte de saludar se hace cuna,
y en cada abrazo, una sinfonía,
del amor que trasciende, luz que fulmina.
Oh, arte sagrado, saludo bendito,
que enlaza los días, hilando la historia,
madre e hijo, en abrazo infinito,
tejiendo la epopeya de la memoria.