Enojado y frustrado, sin duda,
ante obstáculos, la vida me sacude.
Pero en vez de caer,
decido renacer,
canalizo mi enojo hacia la ruta.
Cada adversidad es un desafío,
un trampolín hacia el sueño mío.
Con determinación,
y sin vacilación,
convierto el enojo en mi aliado bravío.
Las piedras en mi camino son lecciones,
que moldean mis fuertes convicciones.
Con rabia controlada,
mi meta es alcanzada,
y supero todas las desilusiones.
Así transformo el enojo en energía,
una llama ardiente que me guía.
Hacia el éxito ascenderé,
con cada caída creceré,
y mis sueños, con fuerza, alcanzaré un día.