En el rincón acogedor de la vida, donde la risa se entrelaza con la brisa, las abuelas son faros de alegría, con sus saludos, la jornada inicia.
Arrastrando los años con gracia, te saludan con risas y abrazos, sus arrugas cuentan historias, de amores eternos y dulces lazos.
Con cabellos plateados como luna, iluminan el sendero de la fortuna, te envuelven con su aura de cariño, como el sol acaricia al trigo.
Sus ojos destilan chispa y fuego, un reflejo de un amor tan viejo, con un “¡hola!” que es como un regalo, te llenan de calidez y buenos halagos.
Son maestras de la sarcástica ternura, mezclan el cariño con la picardía pura, te dicen “mi niño” con voz serena, y en su abrazo encuentras paz plena.
En su mundo de sabiduría y agudeza, la risa es su medicina, su fortaleza, te animan con chistes y ocurrencias, una dosis de alegría, sin resistencia.
Las abuelas, guardianas de sonrisas, con sus saludos, despejan las brisas, iluminan con amor cada camino, haciendo de la vida un dulce destino.